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El Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) trató con los incrédulos en La Meca de una manera singular; ya que sacrificaba todo para salvarlos y sacarlos de las tinieblas a la luz
El Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) trató con los incrédulos en La Meca de una manera singular; ya que sacrificaba todo para salvarlos y sacarlos de las tinieblas a la luz, a pesar de su obstinación y crueldad al tratar con él y con los compañeros que abrazaron el Islam. Sin embargo, insistió en llamarlos al Islam, para que tuvieran éxito tanto en esta vida como en la Otra.
Su trato con los idólatras en La Meca, se singularizó por varias características, y la primera fue llamarlos a la guía; puesto que dedicaba su súplica a todos los incrédulos, más bien, incluso a quien se le declaró enemigo acérrimo como Abû Ÿahl y Omar Ibn Al Jattâb antes de abrazar el Islam, ya que eran unos de sus enemigos más fuertes y famosos. Entonces, él suplicaba diciendo: “Oh Al-lâh, honra el Islam por medio de quien más amas de entre estos dos hombres: Abû Ÿahl o Omar Ibn Al Jattâb. Y el más amado para Al-lâh, era Omar Ibn Al Jattâb”[1].
También se caracterizó por anunciar las buenas nuevas; ya que la vida del Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam), en cuanto a dichos y hechos, estaba basada en el anuncio de buenas nuevas, y nunca cambiaba esta característica a pesar de la dureza de los idólatras con él. Pues, Rabî‘a Ibn ‘Ibâd Ad∙Daylî –quien era incrédulo y luego abrazó el Islam-, dijo: ‘Vi al Mensajero (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) con mis ojos en el mercado de Dul Maÿâz diciendo: “Oh gente, decid: Lâ Ilâha Illâ Al-lâh (No hay otro Dios sino Al-lâh) y tendréis éxito”. Y entraba en el camino amplio y lejano, y le gente se reunía alrededor de él. Nunca vi a alguien decir algo y no callarse, pues repetía: ““Oh gente, decid: Lâ Ilâha Illâ Al-lâh y tendréis éxito”. Sin embargo, detrás de él, estaba un hombre bizco, de cara luminosa y con dos trenzas, que decía: ‘Es mentiroso’. Le pregunté: ¿Quién? Contestó: ‘Muhammad Ibn ‘Abdul∙lâ, mientras cita la profecía’. Le pregunté entonces: ¿Y quién lo desmiente? Dijeron: ‘Su tío paterno Abû Lahab’[2].
El Mensajero (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) fue cortés en su trato incluso con la insolencia obvia de Abû Lahab, y siguió con el método de anunciar las buenas nuevas, llamando a la gente al éxito y a la salvación; mejor dicho, les albriciaba el reino de la vida mundana antes del placer de la Última Vida, a condición de creer en Al-lâh y no asociarle nada ni nadie. ‘Abdul∙lâ Ibn ‘Abbâs (que Al-lâh Esté complacido con él) narró: ‘Abû Tâleb enfermó, así que los Qoraysh y el Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) fueron a visitarle, y ahí se reunieron. Acto seguido, Abû Ÿahl se levantó para impedirle entrar y se quejó a Abû Tâleb de él (es decir, Muhammad), por lo que dijo: ‘¡Oh sobrino! ¿Qué quieres de tu gente?’. Respondió (el Profeta sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam): “Quiero de ellos una sola palabra; los árabes la afirman y mediante ella los extranjeros pagan la Ÿizya (Tributo que los no musulmanes pagan a los musulmanes)”. Dijo: ‘¿Una sola palabra?’ Contestó el Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) afirmativamente. Y añadió: “¡Oh tío!, decid: Lâ Ilâha Illâ Al-lâh”. Preguntaron: ‘¿Un Dios único? Nunca hemos escuchado esto en la última religión[3]. Esta es una mentira inventada’. Por lo tanto, descendieron las Aleyas siguientes: “Sad. ¡Por el Corán que contiene el Recuerdo! Sin embargo los que se niegan a creer muestran arrogancia y oposición” hasta: “No lo habíamos oído en la forma de Adoración anterior, sólo es una invención.”[4]. No obstante, el Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) no les puso mala cara, ni dejó su reunión, ni les miró con una mirada de orgullo y arrogancia, sino que fue amable y suave con ellos y les albrició el reino de la vida mundana y el placer de la Última Vida.
Y en cuanto a la tercera característica; es el diálogo con ellos, siguiendo el método coránico que fue citado en muchas Aleyas, tal como: “Di: ¿Quién os da la provisión desde los cielos y la tierra? Di: Al-lâh. Y necesariamente uno de los dos, o nosotros o vosotros, está guiado; mientras que los otros están en un claro extravío. Di: No se os preguntará sobre lo que nos hayamos ganado ni a nosotros se nos preguntará por lo que hayáis hecho. Di: Nuestro Señor nos reunirá y luego juzgará entre vosotros con la verdad, él es el Juez clarificador, el Conocedor.[5]”[6]. El Mensajero (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) sabía con certeza que tenía razón y seguía la guía, sin embargo, Al-lâh le ordenó dialogar con los incrédulos decirles: “Y necesariamente uno de los dos, o nosotros o vosotros, está guiado; mientras que los otros están en un claro extravío.”. Es la realidad de la vida diaria; algunos de nosotros siguen la verdad y otros la falsedad. Así que debemos dialogar y discutir hasta llegar a una verdad ausente; es el método ideal para el diálogo, la cumbre de la cortesía y el colmo de las virtudes morales. Luego, Al-lâh le enseñó a hablarles con gran educación, diciéndoles: “Di: No se os preguntará sobre lo que nos hayamos ganado ni a nosotros se nos preguntará por lo que hayáis hecho.”.
Por lo tanto, el Mensajero (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) fue ordenado atribuirse (la ganancia) a sí mismo, que en este caso, se refiere a los errores y los pecados, y atribuirle el hecho a ellos; lo que implica tanto la rectitud como la corrupción. Después, deja a todo el asunto en manos a Al-lâh, pues dice: Al-lâh, el Altísimo, nos reunirá a todos el Día del Levantamiento, y juzgará entre nosotros con la verdad que ve; momento en que sabremos quien actuó bien y quien mal.
Esto, sin duda alguna, es el mejor medio posible para el diálogo, el cual no lleva ninguna forma de fanatismo ni intolerancia, sino que contiene toda la cortesía y la estimación hacia el otro lado.
Enumerar tales Aleyas, requiere tiempo y resulta difícil por su multitud; sin embargo, lo que nos importa aquí, es la representación del Mensajero (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) a dichas Aleyas y esas orientaciones divinas, las cuales expresan su método y estilo grandioso, así como el elevado buen trato con los idólatras de La Meca.
Respecto a la cuarta característica; es su paciencia con los perjuicios que le causaban los Qoraysh. Pues, ‘Urwa Ibn Az∙Zubayr (que Al-lâh Esté complacido con él) narró: ‘Pregunté a ‘Abdul∙lâ Ibn ‘Amr (que Al-lâh Esté complacido con él) sobre el acto peor que los incrédulos hicieron con el Mensajero (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam), y él me dijo: Una vez, vi a ‘Uqba Ibn Abî Mu‘ît ir al Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) mientras estaba rezando, así que le puso su vestido alrededor del cuello y lo estrechó fuertemente. En ese momento llegó Abû Bakr (que Al-lâh Esté complacido con él) y lo alejó de él (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam), luego dijo: “¿Vais a matar a un hombre porque os dice: Mi Señor es Al-lâh, cuando os ha traído pruebas claras que vienen de vuestro Señor?[7]”[8]’.
Además, le acusaron de ser mago y loco, y ciertamente él estaba libre de todo eso, persistiendo en burlarse de lo que trajo y dijo, que es la verdad del Señor de todos los mundos. Pues, Ibn ‘Abbâs (que Al-lâh Esté complacido con él) narró que Dimâd, el cual pertenecía a la tribu de Azd Shnu’a y se dedicaba a curar las enfermedades de la mente, fue a La Meca; ahí, escuchó a los insolentes de La Meca decir: ‘Muhammad esta loco’. Entonces él dijo: ‘Si veo a este hombre, quizás Al-lâh le cure a través de mí’. De hecho, lo encontró. Así pues, le dijo: ‘Oh Muhammad, yo curo de dicha enfermedad, y Al-lâh cura a quienquiera mediante mí, ¿quieres probar?’. Por lo tanto, el Mensajero (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) dijo: “Las alabanzas a Al-lâh, le alabamos y en él buscamos ayuda. A quien Al-lâh guía, nadie podrá desviarlo, y a quien Al-lâh desvía, nadie podrá guiarlo. Yo doy testimonio de que no hay otros Dios sino Al-lâh, Único, sin asociados, y que Muhammad es su Siervo y Mensajero”. El hombre exclamó: ‘¡Repíteme esas palabras otra vez!’. Efectivamente, el Mensajero (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) se las repitió tres veces más, hasta que el hombre dijo: ‘He oído las palabras de los adivinos, de los magos y de los poetas, pero nunca he escuchado algo así como tus palabras, las cuales han alcanzado lo más lejos’. Y agregó: ‘Dame tu mano que juro fidelidad al Islam’, y de hecho, le juró fidelidad…[9].
Y después de la muerte de su tío Abû Tâleb, recibió aún más daños, pues Ibn Hishâm narró: ‘Cuando Abû Tâleb murió, los Qoraysh empezaron a perjudicar al Mensajero (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) fuertemente como no hicieron durante la vida de su tío, hasta que un insolente de ellos, al encontrarlo, le esparció polvo sobre su cabeza. Luego, cuando él (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) se fue a casa, con el polvo sobre la cabeza, una de sus hijas se levantó y empezó a lavarlo mientras lloraba. Sin embargo, el Mensajero (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) le dijo: “No llores, hija mía; pues Al-lâh protege a tu padre”[10].
A pesar de estos perjuicios que hemos citado, siendo solo una pequeña parte de ellos, el Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) no se negó a tratar con ellos, sino que siguió tratándolos bien, en términos de compra y venta. Y nuestra prueba al respecto, es lo que los Qoraysh hicieron con los musulmanes en el séptimo año de su misión[11], cuando se les impuso un bloqueo económico injusto.
El Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) custodió sus depósitos que dejaron con él, y se los devolvió completos, aunque conspiraron para matarle en la noche de la emigración; ya que se los dejó a ‘Alî Ibn Abî Tâleb (que Al-lâh Esté complacido con él) para devolvérselos[12].
Y debido a su gran misericordia y cuidado hacia ellos, no suplicó a Al-lâh que los destruyera; pues, cuando el ángel de las montañas le dijo: ‘Si quieres, haré caer Al Ajshabayn[13] sobre ellos’. Entonces el Mensajero (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) contestó: “No, sino que espero que Al-lâh saque de ellos a gente que le adore únicamente sin asociarle copartícipes”[14].
Así el Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) trataba con los incrédulos de Qoraysh, basándose en la misericordia y la compasión; una prueba cierta sobre su profecía. Pues, no trataba con ellos sino según el método divino que obtuvo del Noble Qor’ân.
[1] [At∙Tirmidî (3863): Hasan Sahîh Garîb] [Ahmad (5696)] [Al Hâkim (4485) y Ad∙Dahabî: Sahîh] [Al Albânî: Hasan Sahîh, Mishkât Al Masâbîh (6036)].
[2] [Ahmad (19026)] [Shu‘ayb Al Arnâ’ût: Sahîh Ligayrih] [Al Hâkim (39] [At∙Tabarânî: Al Mu‘ÿam Al Kabîr (4584)] [Al Bayhaqî (17505)] [As∙Sâ‘âtî: Sahîh]. Véase: Al Fath Ar∙Rabbânî 20/216.
[3] Es decir, el Cristianismo; pues es la última religión antes del Islam. Y se dijo también: se refieren a la doctrina de los Qoraysh. Véase: Al Mubarakfûrî: Tuhfat Al Ahwadî Bisharh Ÿâmi‘ At∙Tirmidî 9/100.
[4] [At∙Tirmidî (3232): Hasan] [Ahmad (2008)] [Ibn Hibbân (6686)] [Al Hâkim (3617) y Ad∙Dahabî: Sahîh]. [Sura Sâd 38: Aleyas 1-7].
[5] [Sura Saba’ (Saba) 34: Aleyas 24-26].
[6] La Sura de Saba’ fue revelada en La Meca según el consenso de los eruditos, salvo una Aleya, la cual es: “Los que recibieron el conocimiento” [Saba’: 6], pues un grupo dijo que fue revelada en Medina, se refiere con los creyentes a los que abrazaron el Islam en Medina, tal como: ‘Abdul∙lâ Ibn Salâm y otros. Consulte: Al Qurtubî: Al Ÿâmi‘ Lî Ahkâm Al Qur’ân (El Complidor de las leyes del Corán)14/258.
[7] [Sura Ghâfir (El Perdonador) 40: Aleya 28].
[8] [Al Bujârî (3475)] [Ahmad (6908)]
[9] [Muslim (868)] [Ibn Hibbân (6568)].
[10] Ibn Hishâm: As∙sira An∙Nabawiyya 1/416.
[11] Ibn Kazîr: As∙sira An∙Nabawiyya 2/43-71, Ibn Hishâm: As∙sira An∙Nabawiyya 1/350 y As-Suhaylî: Ar-Rawdh Al Anif (los jardines dignos)3/174.
[12] Ibn Kazîr: As∙sira An∙Nabawiyya 2/234, 270, 290, Ibn Hishâm: As∙sira An∙Nabawiyya 1/485 y As-Suhaylî: Ar-Rawdh Al Anif (Los jardines dignos) 4/133.
[13] Al Ajshabayn: son las dos montañas de La Meca, Abû Qubays y su opuesta Qa‘î‘ân. Fueron nombradas así por su solidez y la dureza de sus piedras.
[14] [Al Bujârî (3231)] [Muslim (1795)].
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